INTRODUCCIÓN
Los diez años del comienzo del proceso de diseño de Económica nos provocan la reflexión sobre una etapa de la historia de la tipografía nacional. Una etapa que ha resultado fundacional para el caso de la tipografía digital.
Toda propuesta de revisita histórica supone un recorte, una opción de relato entre los múltiples posibles, como si la realidad de la historia fuera una tela a la que elegimos presentar mediante el entramado que recorre uno solo de sus hilos. Cada uno de nosotros podría establecer un corte para este relato; vale decir: este es un relato de la historia de los diez primeros años de la tipografía digital uruguaya, válido, pero no el único posible. La ponderación de la relevancia de actores y hechos, la interrelación entre ellos y el significado que cobran es entonces subjetivo, discutible y —más importante todavía— modificable a la luz de otros recortes, del análisis de otros recorridos.
Fuera de estas líneas quedan, por ejemplo, los aportes que se han realizado desde algunas instituciones educativas entre las que destacamos la Universidad de la República; o lo jalonado por estudios de diseño que ofrecen el diseño tipográfico entre su oferta de servicios.
Convocamos a Fabio Ares, Viviana Monsalve, Felipe Cáceres y Ariel Seoane para que aportaran sus miradas respecto de la importancia de tener tipografías propias para una sociedad y su desarrollo cultural. Fernando Díaz y Martín Sommaruga, aparceros en toda esta historia, aportaron desde la reflexión y el intercambio de ideas.
Corresponde aclarar que los diez años aquí celebrados no se presentan en un relato completo, no se consigna todo lo que ocurrió. Hace años ya establecíamos que por suerte las historias de la tipografía uruguaya presentadas en distintas instancias son incompletas: cada presentador decide dejar cosas afuera, decide hacer un recorte en función de los objetivos de su relato. Esta situación también da cuenta de un relato cada vez más extenso y rico, que se torna cada vez más inabarcable en forma completa.
Reflexionar sobre los diez años y reconocer la posibilidad de que las historias se presenten de disímiles maneras según quien las relate supone también reconocer el cierre de una etapa: esos años iniciales de la tipografía uruguaya han concluido. Ya no estamos frente a una disciplina —y más relevante aún, frente a unos productos— que necesiten evaluarse bajo el lente caprichoso de lo nacional, ya no es necesario compensar calidad con lugar de origen. Hoy en día, diez años después, la tipografía uruguaya ha alcanzado la madurez necesaria para desempeñarse con su identidad como signo positivo de valor y no como compensación de desarrollo incipiente.
Cabe todavía una aclaración más para enmarcar estas líneas. El relato me llevaría muchas veces a escribir en primera persona, porque tuve la suerte de estar en esos lugares y en esos momentos, pero hay que asumir esta historia como colectiva, como una construcción que se nutrió de esfuerzos e intenciones provenientes de varios frentes, imposible sin la sumatoria de realidades que nos dieron forma, apenas escribo desde un ángulo del universo y sin duda que desde otros ojos las historias se vieron —y fueron— diferentes, pero sí, sí sucedió.